Es la esencia de nuestra fe, porque traduce en forma concreta el primer y único mandamiento: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas”. Este es el mas grande y el primero de los mandamientos y el segundo es similar al primero: amarás a tu prójimo como a ti mismo. De éstos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas. (Mt 22,37-40).
Jesús, el Salvador, para librarnos del mal que ha hundidos sus raíces en el corazón humano, nos redime ofreciendo la vida al Padre. Los discípulos fueron invitados después, por El, a hacer lo mismo.
San Pablo reafirma ese concepto diciendo: ”Yo completo en mi cuerpo aquello que falta los sufrimientos de Cristo, a favor de su cuerpo que es la Iglesia” (Col 1,24) y nos incita a seguir su ejemplo: “Los exhorto, hermanos, por ese cariño de Dios los exhorto a ofrecer sus cuerpos como sacrificio viviente, consagrado y agradable a Dios, como su culto auténtico” (Rom 12, 1).
La Virgen en Fátima vuelve a proponer esta invitación a los tres pastorcitos: “¿Quieren ofrecerse al Padre del Cielo y están dispuestos a aceptar todos los dolores que quiera enviarles, en acto de reparación por los pecados con los que El es ofendido y como súplica por la conversión de los pecadores?”
Todo se resume en una sola palabra: Consagración.
Para poder entender a fondo el significado espiritual de la “consagración”, nos ayuda lo escrito por San Luis María Grignón de Montfort en el “Tratado de Verdadera devoción”, refiriéndose a María: “Si un alma se da a María sin reservas, también María se da a esa alma sin reservas”(Numero 181). “De tal forma el Espíritu Santo encontrará a su querida esposa como reproducida en ella y descenderá con la abundancia de sus dones para obrar maravillas de gracia” (id 217).
La consagración y los niños
Quando el 13 de mayo de 1917 Francisco, Jacinta y Lucía dijeron su “sí” a la invitación de la Virgen, ella abrió sus brazos y de sus manos salió una Luz que golpeó a los niños en el pecho y entró en ellos, escribió después Lucía: “Esa luz era Dios”.
En manera visible María les comunicó al Espíritu Santo del cual ella es templo. Participando su potencia de intercesión y de mediación. Gracias al ”sí” de esos niños Portugal fue salvado de la Segunda Guerra Mundial y del Comunismo; con el “sí” de millones de niños María salvará el mundo.
Bajo esta perspectiva adquieren significado las palabras de San Pío de Pietrelcina: “Los niños salvarán al mundo”. Son ellos el vino de la última hora que María hará brotar del corazón del Padre para vivificar con nueva sabia divina las bodas de Cristo con su Iglesia.
¿Pero, de dónde obtendrán esta potencia?
- En la Consagración; en el ofrecimiento de sí mismos a Dios.
- En el Rosario, rezándolo solo o en pequeños grupos
- En la Eucaristía, recibiéndolo al primer uso de razón y adorándolo en el Santísimo Sacramento.