”Dejad que los niños
vengan a mi y no se lo impidan
por que el reino de Dios
pertenece a quien es como ellos”
(Mc 10,14)
Los niños son el corazón del corazón de Dios, “sus ángeles en el cielo contemplan siempre el rostro del Padre que está en los cielos” (Mt 18,10)
El “rostro del Padre”, en ellos, es destruido por el pecado, por eso resultan tremendas las palabras que Jesús dirige a quien lleva a los niños al mal: “es mejor para él que le cuelguen una gran piedra al cuello y que sea tirado al mar, antes que escandalizar a uno de estos pequeños” (Lc 17,2)
La recomendación que Jesús hace a Pedro es la de apacentar, antes que a sus ovejas, a sus corderos (“Apacigua a mis corderos” Gv 21,15); es decir a los niños. En el sumo Pastor, la invitación viene dirigida a toda la Iglesia: obispos, sacerdotes, padres de familia y educadores que en ella tienen el deber de guiar el grey de Dios Esto legisla el Código de Derecho Canónico al can.914
Los niños y la Eucaristía
El alimento primario con el que los niños se deben nutrir es la Eucaristía, indispensable para que la vida de la Gracia, dada por el Bautismo, pueda crecer y fortificarse: “En verdad, en verdad os digo: si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tienen la vida en ustedes. Quien se alimenta de mi carne y bebe mi sangre permanece en mi y yo en él” (Gv 6,53-56)
La Iglesia primitiva comprendió bien el sentido de este mandato y - como se sigue haciendo en la Iglesia Ortodoxa - daba la Eucaristía a los niños después del Bautismo. Por varias razones, entre las cuales la influencia de algunas herejías, la edad de la Comunión Eucarística fue pospuesta entre los 12 y los 14 años, hasta que, el 10 de agosto de 1910, San Pío X firmó el Decreto “Quam singulari” con el cual estableció que los niños podían ser admitidos a la Comunión cuando tuvieran uso de razón.
En 1910 el Cardenal Gennari, miembro de la Sagrada Congregación de los Sacramentos, escribió en su “Breve Comentario” al Decreto de San Pío X: “Hoy, el uso de razón de los niños comienza muy pronto y todos lo reconocen: niños de tres, cuatro, máximo cinco años ya pueden juzgar y pueden distinguir muy bien entre el pan normal y el Pan Eucarístico”.
¿Cuáles fueron los motivos de tal Decreto?
Encontramos la respuesta en la “Positio super Introductione causae” de San Pío X de la cual extraemos algunas declaraciones de los testimonios que son esclarecedoras para comprender el pensamiento del Santo Papa a lo largo de las varias etapas de su camino sacerdotal:
1.-como Sacerdote:
“Me dijo que había siempre tenido el deseo de hacer que los pequeños se acercaran a la Primera Comunión pronto. Y agregaba: Antes de que el demonio entre, mejor que entre Nuestro Señor…” (Maria Sarto, hermana del Siervo de Dios, testimonio n. 1)
2.- Como Obispo:
“El Obispo de Mantua decía: - Cuando el Señor ha tomado posesión de aquellos corazones tiernos, el demonio no podrá ya apoderarse de ellos” (Sor Modesta de la Inmaculada testimonio n.127)
3.- Como Cardenal Patriarca:
“Con relación a la Primera Comunión de los niños, ya siendo Patriarca, aún sin dar disposiciones oficiales, exhortó a los Párrocos a examinar a los pequeños y, cuando los encontraran suficientemente conscientes, los admitieran sin lugar a dudas al Sacramento, sin preocuparse excesivamente de la edad” (Agostino Vian testimonio…)
“Recuerdo que el Siervo de Dios me respondió: Es mejor que los niños reciban a Jesús cuando tienen todavía el corazón puro” (D. Alberto Silli, testimonio n.12)
4.- Ya como Sumo Pontífice
“Elegido al Sumo Pontificado, quiso que fuera adelantada la Primera Comunión a los niños, para qué, como decía a menudo, entrara Jesús antes que satanás en sus jóvenes corazones, y claramente dijo un día a D. Alberto Silli: “Es mejor que los pequeños reciban a Jesús cuando tienen todavía el corazón puro”. Por ésto el 10 de agosto de 1910 emanó el Decreto “Quam singulari” con el cual quitó los obstáculos de las antiguas costumbres y restablecía la sana disciplina de los antiguos, ordenó que los niños fueran admitidos a la Primera Comunión a la edad de 7 años” (D. Alberto Silli, testimonio n.12)
“Muy a menudo el Siervo de Dios me hablaba de la necesidad de dar la Primera Comunión a los niños muy pronto, para que el Señor tomara posesión de sus almas antes que entrara el pecado” (Card. Raffaele Merry del Val, testimonio).
De lo anterior, surgen evidentes consideraciones:
- motivo de la Comunión a temprana edad, centro de su cura Pastoral de sacerdote, de Obispo y de Pontífice, fue de “que entrara Jesús en el corazón de los pequeños antes que entrara satanás”.
Hay que notar que San Pió X, cuando era sacerdote, daba la Primera Comunión a los niños de 8-9 años y como Papa decretó que la hicieran oficialmente a los de 7 años, pero en más de una ocasión entregó a Jesús a los niños de 4 años, como por otra parte, ya estaba previsto “también por debajo” del Decreto.
- San Pío X estaba convencido que la renovación del espíritu cristiano de la nueva generación se debía atribuir en gran parte a la Comunión a temprana edad.
La Primera Comunión hoy en día
Hoy en día, a casi 100 años de la emisión del Decreto “Quam Singulari”, los medios de comunicación, especialmente la televisión, las técnicas de enseñanza avanzadas, los video-juegos, han acelerado mucho el desarrollo del uso de razón de los niños pequeños, al mismo tiempo estos son arrasados, como nunca antes, por mensajes contaminantes de muerte espiritual: de hecho, en todo le mundo se verifica una proliferación de la delincuencia de los menores, cuya edad promedio es alrededor de los 10 años.
Sólo la Iglesia puede prevenir y contener este espantoso ataque a la inocencia de los pequeños permitiendo que Jesús en la Eucaristía entre en ellos cuando tengan uso de razón, con la divina potencia de su Gracia.
“Hay que rehuir, como la peste, la opinión de quien desea
reenviar la Primera santa Comunión
a una edad muy avanzada, cuando el diablo
ya ha tomado posesión del corazón juvenil,
con daño incalculable para su inocencia.
Apenas el niño pueda distinguir entre pan y Pan,
sin tener en cuenta su edad;
venga el Rey celestial
para reinar en este bendito corazón”
(San Juan Bosco)