«Mi bendición a todos los niños del mundo
para que reunidos en los nidos de oración,
formen la Armada Blanca de la Virgen»
(Padre Pio Dellepiane)

LA NOCHE MAS LARGA DE MI VIDA

Fue la noche mas amarga y larga de mi vida, aquella del 24 de septiembre de 1968 transcurrida en San Giovanni Rotondo al lado del cuerpo de Padre Pío de Pietrelcina. Solo entonces comprendí lo vívidamente que el había entrado en mi existencia y sentí el sentimiento de pérdida de quien queda privado de su padre, de aquel padre.
Al final de la vigilia me encontré al lado de un religioso anciano, de mirada límpida y dulce casi frágil en el hábito oscuro de los frailes menores. Muy humilde en todos sus modos, podía esconder su fortísima personalidad tras de un porte de gentil señorío, mas allá de la cual era difícil penetrar. Solo el raro brillo de sus bellos ojos azules dejaba ver la osada mirada del águila en la humilde mirada de la paloma.
Cuando me dijo su nombre me recordé que me habían hablado de él. Y recordé la opinión que Padre Pío había dado sobre esta persona: «Padre Pío Dellepiane (de las llanuras)? ...¡no Padre Pio delle vette! (de las cimas mas altas)».
Solo después entendí que Padre Pio me había hecho el último regalo, el mas grande, no dejándome huérfano, sino dejándome en manos de otro Padre Pío, de otro como el.
Cuando de Rimini, Padre Pio fue transferido a Roma, como superior del convento de la Virgen de la Luz, tuve la oportunidad de encontrarme con el muy seguido. Queria que fuera su casa cada vez que estuviera en Roma y resultaba difícil negarse a su amable hospitalidad.
Casi en todos los encuentros se recordaba de los niños de Fátima y de lo que les había pedido la Virgen y volvía a hablar de la necesidad de que los niños rezaran y que formaran nidos de oración. Quiso que fuera con el a Fátima en Julio de 1972 a participar en la semana de espiritualidad organizada por algunos hijos espirituales de San Pío de Pietrelcina. Durante el viaje tomó el micrófono para pedirles a todos que hicieran rezar a los niños, aun siendo una persona esquiva.
Me invitó después a participar a una peregrinación con su grupo de oración de la Virgen de la Luz en Colevalenza al Santuario de Jesús Misericordioso realizado por Madre Esperanza. Ya en el autobús, tomó el micrófono y empezó nuevamente a hablar de la necesidad de formar nidos de oración, pero esta vez agregó una cosa nueva: «Los sacerdotes dijo, deben de poner a rezar a los niños». El único sacerdote era yo, y en son de broma le pregunté si no tenía algo contra mí, si no quería por curiosidad que yo me dedicara a este apostolado entre los pequeños, respondió con tono serio, decidido pero con una buena carga de amargura: «Es urgente, es necesario y es ya demasiado tarde».
Intuí en esas pocas palabras que resultaba inútil detenerme a preocuparme, a la incomodidad del profeta que no es escuchado, del santo que no es entendido.
Regresando a la localidad de Bagnella de Omegna, provincia de Novara en Italia, empecé a revisar todos los conocimientos bíblicos desde el punto de vista de esta nueva Luz. Me documenté sobre las últimas apariciones marianas en donde noté que los protagonistas son siempre los niños. Empecé a acercarme a algunos niños de primaria y a contarles sobre los acontecimientos de Fátima.
El entusiasmo con que los niños de cuarto de primaria de la hermana Stefania de Borgomanero, provincia de Novara, en Italia, aceptaron el mensaje de Fátima me acicateó a repetir el experimento donde quiera que se presentara la ocasión: en Táranto, en L’Aquila, Sulmona, Mafalda, Ischia, Torre de Passeri, Manduria. Donde quiera que los niños se adherían con su “si” generoso a la invitación de la Virgen, consagrándose a ella y rezando el Rosario.
La primera y rudimentaria publicación ya no fue suficiente para comunicar a los nidos de oración y tuvimos que elaborar in periodiquito en tipografía.
Le compartí esto a Padre Pío delle Piane, ya inhabilitado por la enfermedad en casa de su hermana, y le dio alegría, fue el quien sugirió el formato, el numero de páginas y los temas a tratar. Cuando los llevé y leyó los encabezados, nos dimos cuenta que una página había quedado en blanco y dijo: «allí pondrás la Consagración de las familias a los Sagrados Corazones de Jesús y de María». Su hermana Emilia nos dio la fórmula que el utilizaba y la pusimos en la tercera portada, después por deseo de Padre Pío delle Piane la volvimos a sacar en nuevos tirajes, en esa ocasión el mandó su bendición para los niños de los Nidos de Oración.
Cuando con la ayuda del Padre Victorio Narducci, de José, de Mariella y de los jóvenes de Sulmona y de algunas maestras pudimos encontrarnos con mayor cantidad de niños, íbamos con él a exponerle nuestras dificultades y proyectos para recibir su consejo. A cada pregunta daba siempre una sola respuesta: «La Virgen...lo solucionará La Virgen.» y riéndose por nuestra falta de fe nos decía: «La Virgen. La Virgen los precederá, irá delante de ustedes, la Virgen los acompañará, la Virgen los guiará». Realmente todos damos testimonio que lo que hicimos y lo que estamos haciendo no era obra nuestra, a veces tuvimos hasta la sensación de seguir un camino ya trazado, como si camináramos sobre las vías.
La Virgen, siempre y en todos lados, La Virgen. Cuando le pregunté en los últimos momentos de su vida que nos dejara un pensamiento suyo, como un testamento dijo solo esta palabra: «La Virgen ... ». La misma herencia de Jesús agonizante, la misma de Padre Pío de Pietrelcina.
En la última misa que celebramos juntos el día de la Inmaculada, cuatro días antes de su muerte, en el momento del ofertorio le prometí que habría hecho todo lo posible por transmitir el mensaje de la Virgen a todos los niños del mundo, pero puse la condición de que él guiara, en mí, los pasos de la Armada Blanca de la Virgen. Los ojos se le iluminaron y en una sonrisa conmovida asintió con la cabeza varias veces. Sonrió también cundo le dijimos que en ese momento el Padre Victorio se encontraba en Giulianova (TE) para consagrar a 50 niños al corazón inmaculado de María y que poníamos en sus manos esos ”sí” para que los presentara a la Virgen en el momento de su entrada al cielo los llevase consigo. Todos los niños de “Los Nidos de Oración “ estaban allí alrededor de él, en ese cojín lleno de cándidos lirios y rosas blancas que un pequeño de cinco años le había traído desde Pescara, Italia. Expresión de su candor y de su amor.
Fue tan dulce esa última noche de vela, en que el pequeño Christian se había adormecido en los brazos de su madre al lado de su gran amigo. Vi en Chris a todos los niños del mundo que habrían acogido el regalo de Amor de Padre Pío: «La Virgen…amen a la Virgen…conságrense a la Virgen».
Esto lo he escrito para dar testimonio de la verdad: de todo el bien que la Virgen ha hecho a los Nidos de Oración por mérito del Padre Pío Dellepiane, fruto de su vida consumada por el triunfo del Amor de los Corazones de Jesús y de María.
A el pido concluír mi vida con su mismo testimonio de amor y de fidelidad absoluta a Dios «TODO… sus últimas palabras, casi un grito emitido por su garganta bloqueada por la parálisis, al final de tres horas de espasmos, ¡PARA… GLORIA… DE NUESTRO… SEÑOR… JESUCRISTO!».

Tomado de “Los Nidos de Oración” volumen n.6 1977


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Padre Pío Dellepiane murió en Roma el 12 de diciembre de 1976 y está sepultado en la Basílica romana de San Andrea delle Fratte, donde se apareció la Virgen del Milagro al judío Ratisbona. El proceso de beatificación se abrió en 1990 y la fase diocesana se concluyó en 1998. En el momento del reconocimiento canónico su cuerpo se encontró incorrupto y en Diciembre de 2019 fue proclamado Venerable.