«Oh Senor, por boca de los ninos y lactantes reafirmas
tu potencia contra tus adversarios,
para aplastar al enemigo y al opresor»(Salmo 8)
«Los ninos salvarán el mundo» (Padre Pío de Pietrelcina)
Juan Pablo II, hablando de los tiempos en que vivimos, dijo que en el mundo se está librando una espantosa batalla entre el bien y el mal. Esta lucha inició cuando nuestros progenitores, criaturas reales revestidas de luz, con el pecado perdieron, su dignidad, volviéndose esclavos de Satanás.
La serpiente del Génesis, en millones de anos se ha vuelto un formidable dragón de siete cabezas y de diez cuernos (Ap 12,3) que ha vuelto a los hombres a su imagen y semejanza haciéndolos enemigos de Dios y violadores de los diez mandamientos y de las siete virtudes que convierten al hombre en criatura real: es la humanidad actual que ha puesto en el lugar de Dios al propio ”yo” orientada solo al dinero y al placer, bien evidenciada en la babilonia del Apocalipsis (Ap 18, 22 ss).
Pero cuando la abominación llegará al culmen, bajará la Jerusalén Celestial (Ap 21,2) que sustituirá a la Babilonia que habrá quedado en silencio; es Jesús quien viene con toda la Potencia del Padre (Mt 24,30) para realizar la nueva creación - "cielos nuevos y tierras nuevas" -que en realidad será una nueva humanidad regenerada en el cuerpo y en el espíritu.
No se tratará de un parto sin dolor, porque Satanás "sabiendo que le queda poco tiempo" se encarnizará contra los hombres envolviéndoles en su gran furor (Ap. 12.12); pero "los hijos de la mujer” lo vencerán "por medio de la sangre del Cordero”- la Eucaristía - y “gracias al testimonio de su martirio, porque han despreciado la vida hasta la muerte” (Ap 12,11) en total ofrecimiento a la Voluntad del Padre consagrándose a él.
La Eucaristía y la Consagración son entonces las características de los "vencedores" del Apocalipsis, aquellos que San Luis Grignon de Montfort llama los “Apóstoles de los últimos tiempos”, el talón de María que le aplastará la cabeza a la serpiente.
Los punteros de los “vencedores” son los tres ninos de Fátima: "Allí donde apareció la mujer vestida de sol (Ap 12)", declaró Juan Pablo II el 13 de Mayo del ano 2000 en la homilía de la misa de beatificación de Francisco y Jacinta Marto, declarando en ésta forma delante del mundo que el gran encuentro entre la Mujer y la serpiente, anunciada en el Génesis dio inicio con la primera aparición de de la Virgen el 13 de Mayo a Francisco, Jacinta y Lucía.
Estos ninos, pobres y analfabetas, habrían recibido la Primera Comunión bebiendo “la sangre del Cordero” del cáliz que San Miguel Arcángel les ofrecía; pocos meses después la Virgen los invitaría a ofrecer la propia vida al Padre del Cielo, que constituye una Consagración a Dios para obtener la Paz en el mundo y la conversión de los pecadores.
Los ninos respondieron que “sí” y de las manos de María partieron dos rayos de Luz que golpearon a los ninos en el pecho «Esos rayos entraron dentro de nosotros, comenta Lucía do Santos en sus memorias, esa Luz era Dios».
Con este “sí” inicia la maravillosa realidad de Fátima, “la mayor manifestación de Espíritu Santo después de Pentecostés”, como dijo una vez Su Santidad Pío XII.
Del recibimiento que los hombres tengan a la invitación de la Virgen a consagrarse al Padre del Cielo dependerá la salvación del mundo. Esta invitación es a nivel mundial y de nuestro ”sí” depende la realización sobre la tierra del Reino del Amor que Jesús nos hace pedir en el Padre Nuestro: “Venga tu Reino”.
“Los ninos salvarán el mundo”
La Virgen para que nos convenciéramos de su mensaje hizo una promesa a los tres pequenos que habían acogido su invitación: «(Por Ustedes tres) salvaré a su patria de la segunda guerra mundial». Efectivamente Portugal no estuvo involucrado en la segunda guerra mundial por la generosidad de Francisco, Jacinta y Lucía. Esto implica una gran ensenanza para nosotros que se resume en una simple ecuación: si con tres ninos María puede salvar un País de la devastación de una guerra, con millones de ninos Ella salvará el mundo, como profetizó San Pío de Pietrelcina.
La Armada Blanca es un ejército de "pequenos” que guiados por su Reina combatirán y vencerán la última batalla contra el mal, como Miguel y los ángeles fieles la vencieron en el Cielo (Ap 12,7 ss), gracias a ellos, «el Corazón Inmaculado de María vencerá».