El 24 de enero del 2005 el prefecto de la Congregación Vaticana para el Clero, el Cardenal Dario Castrillón Hoyos, en una carta difundida por el Dicasterio y dirigida a los Sacerdotes en ocasión del año de la Eucaristía, les recordó el deber de “Custodiar antes que nada a los niños como primeros destinatarios de la Eucaristía. Enseguida reproducimos el texto original:
Ciudad del Vaticano, 8 de Enero de 2005
Queridos sacerdotes,
Me dirijo a vosotros que, a través del correo electrónico, estáis conectados con nuestra pagina de Internet www.clerus.org, y que os ofrece documentación específica para la formación permanente; sobre todo gracias a las vídeo-conferencias internacionales de índole teológico, organizadas por la Congregación para el Clero, que ya venimos teniendo por más de tres años, y que toca temas que os conciernen de cerca. (...)
Precisamente en el Ángelus del pasado 6 de Enero, solemnidad de la Epifanía del Señor, una vez más el Santo Padre afirmó la importancia de los pequeños en la Iglesia, diciendo que: “los niños son el presente y el futuro de la Iglesia. Tienen un papel activo en la evangelización del mundo, y con sus oraciones contribuyen a salvarlo y a mejorarlo.”
Como no pensar entonces de modo especial, en este año de la Eucaristía, en los niños: ellos que frecuentan nuestras parroquias y que son los primeros destinatarios de la catequesis. ¡Los acogemos, antes que nada, a la Pila Bautismal, cuando vienen acompañados de su familia; después los encontramos más frecuentemente en la parroquia, para participar en los cursos de catecismo en preparación a la Primera Comunión!
Un gran Papa canonizado por la Iglesia, San Pío X, dedicó precisamente a los niños no poca atención y esfuerzo pastoral. El 8 de Agosto de 1910 venía emanado el Decreto “Quam Singulari”, a través del cual, el Santo Padre Pío X, establecía que se pudiera admitir a los niños a la Primera Comunión desde la edad de siete años.
Fue aquello un evento muy importante para la pastoral de los niños, pues sin necesidad de esperar más tiempo, podían acercarse así a la Comunión Eucarística después de haber recibido en sus parroquias la debida preparación que les permitía aprender los primeros elementos fundamentales de la fe cristiana. De hecho, ya en aquel tiempo se había situado la edad de la discreción alrededor de los siete años, cuando el niño podía ya distinguir el pan común del Pan Eucarístico, verdadero Cuerpo de Cristo.
Junto con San Pío X, muchos estamos convencidos que esta praxis de permitir a los niños a la Primera Comunión desde la edad de siete años, trae a la Iglesia grandes gracias del Cielo. Además, no hay que olvidarse que en la Iglesia primitiva, el sacramento de la Eucaristía se administraba a los recién nacidos, enseguida después del Bautismo, bajo las especies de pocas gotas de vino.
Permitir que los niños puedan recibir cuanto antes posible a Jesús Eucarístico, había sido por muchos siglos uno de los firmes cimientos de la pastoral para los más pequeños en la Iglesia; costumbre que fue restablecida por San Pío X en su tiempo, que ha sido alabada por sus Sucesores, y aún más veces por nuestro Santo Padre Juan Pablo II. El canon 914 ha acogido plenamente el pensamiento del Pontífice: “Los padres, en primer lugar, y quienes hacen sus veces, así como también el párroco, tienen obligación de procurar que los niños que han llegado al uso de razón se preparen convenientemente y se nutran cuanto antes, previa Confesión sacramental, con este alimento divino.”
El Santo Padre ha vuelto recientemente sobre aquella decisión de San Pío X con palabras de admiración; lo ha hecho en su libro “¡Levantaos! ¡Vamos!”: “Un testimonio conmovedor de amor pastoral por los niños la dio mi predecesor san Pío X con su decisión sobre la PrimeraComunión. No solamente redujo la edad necesaria para acercarse a la Mesa del Señor, de lo que yo mismo me aproveché en mayo de 1929, sino que dio la posibilidad de recibir la comunión incluso antes de haber cumplido los siete años si el niño muestra tener suficiente discernimiento. La Sagrada Comunión anticipada fue una decisión pastoral que merece ser recordada y alabada. Ha producido muchos frutos de santidad y de apostolado entre los niños, favoreciendo que surgieran vocaciones sacerdotales” (Juan Pablo II “¡Levantaos! ¡Vamos!” Plaza Janés. Barcelona, 2004, p. 97).
Nosotros sacerdotes, llamados por Dios a custodiar el Santo Sacramento del altar en unión a nuestros Obispos, podemos y debemos cuidar ante todo a los niños como a los primeros destinatarios de este don inmenso: la Eucaristía, que Dios ha puesto en nuestras frágiles manos de arcilla, sobre nuestras manos consagradas.
Creo que es una de las más grandes alegrías para el párroco aquella de escuchar la Primera Confesión de los niños, y luego, hacerles recibir la Primera Comunión; y viene espontáneamente a la mente la certeza de que cuanto más pequeños son, más digna será la acogida del corazón a Cristo sacramentado. En efecto, cuando la mente del niño llega a la edad en que comienza a razonar - y hoy esta edad llega pronto - está abierta y disponible a la acogida de la luz divina, que les hace penetrar hasta dónde es posible, el misterio del amor de Dios para el hombre. Luego la fe se levanta sobre la razón, y esta fe - que a menudo la hemos experimentado precisamente en nuestras parroquias - es tan viva en los niños que ellos son capaces, a veces mejor que nosotros, de expresar con la oración inmediata, su cercanía al Señor.
Confiamos, por lo tanto, que esta santa costumbre, recordada por todos los últimos Papas, de hacer acercar a los niños pequeños a la Santa Eucaristía, después de haber hecho su Primera Confesión, sea cada vez más estimada y dentro de lo posible seguida, particularmente en este Año de la Eucaristía. Recemos para que la caridad pastoral sea la fuerza de todo párroco ávido de animar la pastoral parroquial, en unión a su Obispo, en sintonía y en colaboración con las familias y los educadores de los niños; para que el amor por la Santísima Eucaristía sea transmitido desde la más tierna edad, y el deseo de recibir el Cuerpo de Cristo se convierta en el camino más seguro para asegurar un futuro de paz y santidad, no sólo al creyente sino a la entera comunidad cristiana.
En unión de oración y de trabajos pastorales, os saluda dev.mo en Cristo,
Darío Card. Castrillón Hoyos
Prefecto de la Congregación para el Clero