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Aquí están las palabras que dirigió el Padre Andrea D’Ascanio, fundador de la Armada Blanca a Su Santidad Juan Pablo II el 27 de mayo de 1989 en la Sala Nervi:
“Santísimo Padre, le agradezco de parte de todos los niños de la Armada Blanca por haberles concedido el honor y la alegría de estar hoy aquí con Usted.
Estos niños nacieron del corazón de María, que en los últimos tiempos se ha aparecido siempre a los pequeños: La Salette, Lourdes, Baureng, Banneaux, Fátima. En Fátima María nos ha renovado a nosotros los grandes, la exhortación ya hecha por Jesús: “Dejad que los niños vengan a Mi, y no se lo impidáis, porque de los que son como éstos es el Reino de Dios". Los niños son el corazón del corazón de Dios “los Angles ven siempre en sus espíritus el rostro del Padre.”
El niño más glorioso de la antigüedad es David, el pequeño que sólo con la fuerza de su honda se lanza contra Goliat y lo vence, Los niños de la Armada Blanca son los pequeños soldaditos de María que, con la honda del Rosario, se arrojan contra el mal para demolerlo, en la alegría de la sonrisa.
En 1917, en una explosión de Luz, tres pequeños de 7, 9, y 10 años – Jacinta, Francisco y Lucía – ven “una Señora más luminosa (brillante) que el sol”. Es la Mujer del Apocalipsis que les hace una invitación a los niños: “¿Queréis daros a Dios, por la paz del mundo y por la conversión de los pecadores?”. Los niños responden “sí”; la Señora sonríe, abre los brazos y de Sus Manos sale un rayo de Luz que los golpea y los penetra. Lucía comentará: “Aquella Luz era Dios”.
Es una nueva Anunciación: la invitación de parte de lo Alto, la respuesta de las criaturas, el Espíritu de Amor que se expande sobre el mundo. Con el “sí” de María, nace Jesús, con el “sí” de aquellos niños nace una Iglesia nueva, hecha de frescura y de amor puro, que se da sin reserva al Padre para que venga la paz al mundo.
Pero, ¿qué cosa es la Paz? La Paz es el Amor. Si le decimos “sí” al Padre, el Amor bajará al mundo, los hombres se volverán buenos, vendrá un nuevo mundo sin fronteras, un mundo en donde no habrá ya espacio para los ejércitos, para el odio, para la injusticia, para el racismo; un mundo en el que todos se amarán, todos sonreirán, todos serán expresiones de la sonrisa del Padre.
No es un cuento de hadas, sino una lección para nosotros los grandes. Con el “sí” de esos tres niños, María salvó a Portugal de la segunda guerra mundial. Les dijo: “Gracias a vosotros tres, y porque su patria en vosotros ha aceptado mi invitación, yo les prometo que la salvaré de la próxima guerra mundial”. Portugal no tomó parte en la segunda guerra mundial, gracias a tres niños.
Ahora yo pregunto a ustedes pequeños: ¿la Mamá quería ir sólo a estos tres niños o a todos los niños del mundo?
“A todos los niños del mundo!”
“¿También a ustedes?
“Sí”
Con tres niños solamente María ha salvado una Nación entera de la guerra; si encuentra miles y miles de niños que le digan “sí”, qué cosa podrán salvar?
“Todo el mundo”
Bien niños, hoy nosotros somos miles y miles. María les hace la invitación que el Ángel le hizo a Ella y que Ella le hizo después a tres pastorcitos de Fátima: Los invitó a darse a Dios. Si respondemos “sí”, ¿a quien perteneceremos después?
“Al Padre del Cielo!”
Y el Padre del Cielo ¿qué podrá hacer con nosotros?”
“Todo lo que quiera”.
Pero Él quiere una sola cosa, la Paz. Los hombres están volviendo locos. Continúan construyendo armas y armas. Están preparando una tercera guerra mundial, pero el Papá del Cielo no está de acuerdo, por eso ha enviado a María a ustedes niños, y Ella les dice: “No tengan miedo, díganme “sí” y juntos salvaremos al mundo; díganme sí y juntos haremos estallar la primera paz mundial. ¿Están de acuerdo?
“Siiii”
El “sí” que están por decir es el más importante de su vida. Hoy nosotros haremos descender sobre la humanidad un mar de luz y cuando hayamos dicho nuestro “sí” seremos los pequeños soldaditos de María, que irán en el mundo con la honda del Rosario, con el arma de María, así la llamaba el Padre Pío de Pietrelcina, la única “arma” que no mata a los hombres pero mata el mal. Renovemos el “sí” que dijimos en el bautismo, pero entonces nuestro padrino lo dijo por nosotros, ahora lo diremos nosotros libremente.
Yo repetiré las palabras de María, cuando termine, diremos nuestro “sí” pero les pido que lo hagan salir del corazón: debe ser un “sí” que deshaga el cielo y que haga llover sobre la tierra el amor que transformará a los hombres, un amor del cual necesitamos extremadamente.
Hermanitos míos, se los pregunto en nombre de la Mamá que necesita nuestra ayuda: ¿queremos darnos al Padre del Cielo, listos para aceptar todo lo que quiera enviarles, para que venga la paz al mundo, para que los malos se vuelvan buenos, por el Papa, por el triunfo del Inmaculado Corazón de María?
“Siiiii”
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