
Tutte le notizie dell’Armata Bianca
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Nota para aquél que transmitirá el mensaje a los niños: En el texto se lleva una hilación específica que se necesita respetar, por éste motivo en la explicación se pide apegarse al orden de los argumentos tal y como se hilan en el texto. En base a nuestra experiencia, cuando se trata de un gran número de niños, o cuando el equipo de sonido/acústica no son buenos ser lo mas conciso posible saltando las apariciones del ángel y/o el ejemplo de dar el rosario a alguien para dar a entender el significado de la consagración.
Si tienes poco tiempo, ve directamente a la Parte 2 (versión corta).
Si los niños son menores de 6 años, usa la fórmula adecuada para su edad (Parte 3).
Al final de cada encuentro, se les explicará a los niños cómo se reza el Rosario (Parte 4).
Siempre comienza con la recitación de una decena del Rosario.
Esto ayudará a todos a entrar en un ambiente de oración.
Queridos niños, estamos aquí para contarles la historia de tres niños pastorcitos de Fátima, que supieron consolar a Dios; reparar los pecados con los que Dios es ofendido y ofrecer consuelo al Inmaculado Corazón de María. ¿Quieren también ustedes consolar a Dios y a María? ¡¿Sí?!
¿Saben, niños, que en el mundo hay guerra, violencia, millones de niños muriendo de hambre… ¿Serían felices si todo este mal terminara? ¡¿Sí?!
Entonces deben prometerme que prestarán atención a lo que les voy a decir. Les contaré la historia de tres niños como ustedes. Es una historia real. Estos niños nos enseñarán lo que debemos hacer para consolar a Dios y a María y dar paso a un mundo nuevo en el que sólo haya Amor.
Lo que voy a contarles sucedió en 1916 y 1917 en Fátima, un pequeño pueblo de Portugal, en Europa, en aquel tiempo se libraba la Primera Guerra Mundial (1915-1918).
En Fátima vivían tres niños que no iban a la escuela porque eran muy pobres y tenían que ayudar a sus familias llevando las ovejas al campo. Estos niños se llamaban Lucía, de diez años, Francisco de nueve, y Jacinta de siete. Francisco y Jacinta eran hermanitos, Lucía era su prima.
Todo esto lo contó Lucía, que luego fue a la escuela y escribió todo en cuatro cuadernos; Lucía se hizo monja de clausura y murió el 13 de febrero del 2005.
Cuenta Lucía que un día, mientras estaban en el campo cuidando las ovejas, vieron acercarse un joven luminoso, como transparente; parecía ser de unos 12 o 14 años.
“No tengan miedo – les dijo – Yo soy el Ángel de la Paz, el Ángel de la Guarda de Portugal; ¡Recen conmigo!”.
San Miguel es el protector de Portugal. Apareció tres veces y enseñó a los niños algunas oraciones muy lindas.
La primera vez el Ángel les enseñó una preciosa oración y la repitió tres veces arrodillado con la cara en el suelo: “Dios mío, yo creo, adoro, espero y te amo. Te pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no te aman.» Luego les pidió orar mucho, diciendo: “Los Corazones de Jesús y de María han aceptado sus oraciones”. Y desapareció.
Al principio los niños hicieron lo que el Ángel les había dicho, rezando mucho. Sin embargo, al pasar el primer entusiasmo, volvieron a sus juegos como si nada hubiera pasado.
Poco tiempo después, mientras jugaban, el Ángel se les apareció nuevamente y les pidió nuevamente orar y hacer sacrificios: “¿Qué están haciendo? Recen, recen mucho… Ofrezcan constantemente oraciones y sacrificios al Altísimo… Los corazones de Jesús y de María tienen planes de misericordia para ustedes”.
“¿Cómo deberíamos sacrificarnos?” Preguntó Lucía. “De todo lo que pueden ofrezcan un sacrificio en reparación de los pecados con que Él es ofendido y en súplica por la conversión de los pecadores.”
Algunos meses más tarde el Ángel se les apareció por tercera vez llevando en la mano un Cáliz sobre el cual había una Hostia de la que caían gotas de Sangre en el Cáliz. Dejando el Cáliz y la Hostia suspendidos en el aire, el Ángel se arrodilló al lado de los tres niños y les hizo repetir tres veces esta oración: «Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, te adoro profundamente y te ofrezco el preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los Sagrarios del mundo, en reparación de los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con que Él mismo es ofendido. Y por los méritos infinitos de su Sacratísimo Corazón y del Corazón Inmaculado de María, te pido la conversión de los pobres pecadores.» A continuación, el Ángel les dio a los niños la Primera Comunión dándoles el Cuerpo y la Sangre de Jesús. Así se prepararon para otro encuentro, mucho más importante.
EL ENCUENTRO CON LA VIRGEN MARÍA
Este nuevo encuentro sucedió el 13 de mayo de 1917, al mediodía, en un espléndido día soleado. Los tres pastorcitos acababan de rezar el Rosario; de repente oyeron ruidos como de truenos y vieron una gran luz, en medio de la cual había una hermosísima Señora, más brillante que el sol. Los niños tenían un poco de miedo al principio, pero la sonrisa ligeramente triste y la dulce voz de la Señora les quitaron cualquier miedo: «¡No tengan miedo, no vengo a hacerles ningún mal!».
Los tres pastorcitos tomaron confianza y le hicieron varias preguntas: “¿Quién eres? ¿Cómo te llamas? ¿De dónde vienes? ¿Qué quieres de nosotros?». La Señora respondió: “Yo vengo del Cielo” y señaló al cielo con su mano; “Quiero que vengan aquí cinco veces más, siempre el día 13 de cada mes… mi nombre se los diré al final…”.
Los niños hicieron otras preguntas a las que la Señora respondió. Y cuando ya no preguntaron nada más, fue Ella quien les hizo una pregunta: «¿Quieren ofrecerse a Dios, dispuestos a aceptar todo lo que quiera enviarles, en acto de reparación por los pecados con los cuales Él es ofendido, y de súplica por la conversión de los pecadores?»
Los tres niños comprendieron que era una cosa importante y permanecieron en silencio un rato. Luego respondieron con decisión: “¡Sí, queremos!”
La Señora sonrió y volvió a hablar: “Pues bien, no tengan miedo de nada. La Gracia de Dios será su consuelo.»
Entonces abrió los brazos y de sus manos salieron dos grandes rayos de luz, que golpearon a los niños en el pecho y entraron en su interior. “Esa Luz era Dios”, escribió Lucía en su diario.
Después, la Señora comenzó a elevarse hacia el cielo, y Sus últimas palabras fueron: “Recen el Rosario todos los días, y oren por la conversión de los pecadores”. Repitió esta invitación en todas las apariciones, y añadió dos veces: «Rezad el Rosario en familia».
Queridos niños, yo no puedo hablarles ahora de las otras cinco apariciones; más bien quiero hacerles reflexionar sobre algunas cosas muy importantes de este primer encuentro. Vamos a ver: la Virgen desciende del Cielo para pedir el consuelo del Corazón de Dios y la conversión de los pecadores.
Les hago una pregunta:
“¿Creen que Nuestra Señora quería ir sólo a esos tres niños de Portugal o a todos los niños del mundo?”. ¿A todos los niños del mundo? ¿Sí? “¿Entonces para ustedes también?” Sí… Y ahora les haré otra pregunta: ¿Conoces la oración del Padre Nuestro? En esta oración pedimos al Padre Celestial: «¡Que venga a nosotros tu reino (de Amor)… que se haga tu Voluntad en la tierra, como en el Cielo…!».
Nuestra Señora vino a Fátima precisamente por esta razón, para pedir ayuda, niños, para realizar este Reino de Amor. Y por esta misma razón vino hoy entre ustedes.
Nuestra Señora llama hoy a cada uno de ustedes para ayudarla a consolar el Corazón de Dios y traer paz al mundo. Si tú también quieres ayudarla, como hicieron los tres pastorcillos, si quieres devolverle la sonrisa al rostro de la Virgen tan dolida por los pecados de los hombres, dile también tu «Sí».
¿Pero qué debemos hacer? Tres cosas:
1º = Ofrecernos a Dios
2º = Rezar el Rosario todos los días por la conversión de los pecadores
3º = Hacer algunos pequeños sacrificios.
¿Qué significa «¿Quieren ofrecerse a Dios…?»?
Esto es lo primero que la Virgen preguntó a los tres pastorcitos, y debemos entender bien lo que significa.
Pongamos un ejemplo que puede ayudarnos: Todos han recibido un rosario, que ahora llevan al cuello. Este rosario era mío, ahora que se la he dado, ¿de quién es?
– “¡Nuestro!”, responden con razón. Ahora si ese rosario es suyo, pueden hacer con el lo que quieran, porque es suyo.
Pero si yo no se la hubiera donado, ¿qué habrían hecho ustedes? “¡Nada!”, responden.
Ahora vamos a decir una cosa un poco más importante. Si yo le digo al Padre Celestial: “¡Papá, me entrego a ti! ¡Me ofrezco a ti!”, ¿a quién pertenezco después de eso? “¡A Él!…” responden. Y es verdad, porque nos hemos entregado a Él.
¿Y qué puede hacer el Padre Celestial con nosotros? «¡Lo que Él quiera!» Es cierto, porque ahora pertenecemos a Aquel que sólo quiere una cosa: Amor.
Pero si alguno dice: “Yo no ofrezco nada al Padre Celestial, no quiero hacer lo que la Virgen me pidió”; ¿qué puede hacer Él con esa persona? “¡Nada!”, me responden con razón. Y saben ¿por qué? Porque Él nos creó libres y no quiere hacernos violencia. Respeta nuestra libertad. La Virgen les hizo una invitación a los tres hijos de Fátima, y ellos estaban libres de aceptarla o rechazarla. Ellos respondieron que “sí”.
¿Qué significa «Hacer algunos pequeños sacrificios»?
Los tres pastorcitos de Fátima hicieron muchos sacrificios, tal como les había enseñado el Ángel. Nosotros también podemos imitarlos. Por ejemplo, si les gusta un postre o un juego, pueden dejar de tomarlo por amor a Jesús, o pueden renunciar a pasar mucho tiempo en las redes sociales. Nuestra Señora enseñó a los niños de Fátima y los invita también a ustedes a ofrecer estos pequeños sacrificios diciendo: «¡Oh Jesús, es por tu amor y por la conversión de los pecadores!»
¿Qué significa la «conversión de los pecadores»?
Significa ayudar a las personas con nuestra oración a creer en Jesús y a pedir perdón a Dios por sus errores.
Significa que los “malos” se convierten en “buenos”.
¿Entendieron todo correctamente? ¿Sí? Bueno, ahora, si la Virgen les pidiera ayuda, ¿hay alguien aquí presente que estaría dispuesto a ayudarla? ¿Quien? (*Predicar con el ejemplo levantando la mano) Uno soy yo. ¿Quién más? ¿Quién levanta la mano? ¿Todos?
Pues bien, ahora yo les hago la misma invitación que la Virgen hizo a los tres niños de Fátima.
«¿Quieren ofrecerse a Dios, dispuestos a aceptar todo lo que quiera enviarles, en acto de reparación por los pecados con los cuales Él es ofendido, y de súplica por la conversión de los pecadores, (y añadimos) por el Papa y por el triunfo del Inmaculado Corazón de María en el mundo?»
El que quiera ayudar dirá «sí» en voz alta, el que no quiera se quedará en silencio, ¿vale?
Los invito a permanecer de pie con las manos juntas y ojos cerrados.
En primer lugar, consagrémonos al Ángel de la Paz – San Miguel Arcángel – con esta pequeña oración:
«¡Hermano mío, dame la mano y llévame a Dios!». Recémoslo todos juntos: «Hermano mío…».
Pedimos al Ángel de la Paz que venga aquí en este momento y nos acompañe en el rezo de la espléndida oración.: «Dios mío, creo, adoro, espero y te amo; Pido perdón por todos aquellos que no creen, no adoran, no esperan y no os aman.» Recitémoslo juntos: Dios mío…
Todos estamos de pie con las manitas juntas y los ojos cerrados. Cada uno se pregunte si quiere decir este «sí» a Dios con todo el corazón. Hagamos un minuto de silencio (*20 -30 segundos) ¿Listos?
(*Con voz clara pronunciando bien las palabras)
«¿Quieren ofrecerse a Dios, dispuestos a aceptar todo lo que quiera enviarles, en acto de reparación por los pecados con los cuales Él es ofendido, y de súplica por la conversión de los pecadores, por el Papa y por el triunfo del Inmaculado Corazón de María en el mundo?» ¡Siiiiiii!
No, no me gusta. Quiero un «sí» que venga directo del corazón; un «sí» potente, que debe atravesar el Cielo y hacer descender un mar de Amor sobre la tierra… Entonces hagamos otra prueba y esta es la buena. Hagamos
una pausa para guardar silencio nuevamente. Recuerden que este es el “sí” más importante de su vida. Todos estamos de pie con nuestras manitas juntas y los ojos cerrados. Cada uno se pregunte si realmente, de todo corazón, quiere responder que sí.
(*Con voz clara pronunciando bien las palabras) «¿Quieren ofrecerse a Dios, dispuestos a aceptar todo lo que quiera enviarles, en acto de reparación por los pecados con los cuales Él es ofendido, y de súplica por la conversión de los pecadores, por el Papa y por el triunfo del Inmaculado Corazón de María en el mundo?»
¡Siiiiiii!
Bien, niños. Ahora hagamos otro minuto de silencio, siempre con los ojos cerrados y las manitas juntas, y pedimos a la Mamá del Cielo que abra sus manos, como lo hizo en Fátima, y que haga bajar sobre nosotros y sobre el mundo todo el Amor de Dios. (*Pausa de 20-30 segundos)
Y ahora, niños, déjenme decirles algo de parte de Nuestra Mamá. ¿Sabes lo que les está diciendo? Les está diciendo “¡Gracias! ¡Gracias por haber aceptado Mi invitación!”. Les enseño dos pequeñas oraciones de consagración, que ustedes deben repetir siempre durante el día: una a la Mamá del Cielo: «¡Madre te doy mi corazón y mi voluntad para la eternidad, salva a la humanidad!»; la otra al Papá del Cielo: «¡Padre mío, Padre bueno, a Ti yo me ofrezco, a Ti yo me doy!». Digámoslas juntos, en voz alta.
Gracias niños, gracias de parte del Papá del cielo y de María. Gracias de mi parte también.
¿Qué debemos hacer ahora? Todos los días rezaremos el Rosario por la conversión de los pecadores y también ofreceremos algún pequeño sacrificio al Señor, como los tres pastorcitos de Fátima en reparación por los pecados con los que El es ofendido y por la conversión de los pecadores.
Ahora les entregaremos un tríptico para aprender a rezar el Rosario (los profesores o los voluntarios reparten los folletos). (Si el tiempo lo permite, se enseña a los niños a recitarlo: ver parte 4)
El Padre Pío de Pietrelcina decía que el Rosario es el arma de la Virgen para destruir el mal. El Rosario es la única arma en el mundo que destruye el pecado, el mal… (que lo digan los niños). Si muchos usamos esta arma, formaremos un gran EJÉRCITO; una ARMADA BLANCA de la Virgen, porque el blanco es el color de la inocencia. Serán parte de este Ejército todos los niños del mundo que recitarán el Rosario todos los días, solos, o formando pequeños grupos de oración – LOS NIDOS DE ORACIÓN de la ARMATA BIANCA – con sus familiares y amigos. Aprende a rezarlo bien y luego lo recitarás todos los días en familia. En el tríptico que les hemos entregado encontrarán escrito cómo se forma un Nido de Oración.
Gracias, niños. Dios y María les dicen ¡Gracias! ¡Saludemos ahora a la Mamá del Cielo con un hermoso canto…!
ENVIEMOS UN BESO A LA VIRGEN
Antes de irnos, ¿queremos enviarle un besito a María? ¿Sí? Bueno, intentemos…. Demos un aplauso y un canto a la Virgen (*antes de la reunión decidir cuál con los profesores)
Sede:
Casella postale 135 – 67100 L’Aquila (AQ) – Italia