Audiencia privada del 27 de Mayo de 1989

La audiencia del 27 de Mayo de 1989 concedida a 10,000 niños de Armada Blanca de los cuales algunos centenares provenían de L’Aquila, no fue una extemporánea manifestación sino el culmen de una antigua relación entre los niños y su Papa de Roma, quien estaba bien enterado de las actividades de la Armada Blanca en Polonia en donde cuenta con varios miles de seguidores.

Durante la audiencia el Padre Andrea D’Ascanio presentó a 10,000 niños de Armada Blanca como los pequeños “David”- que con su honda del Rosario – golpean al gigante Goliat y lo aterran: es evidente que el Gigante Goliat en ésta ocasión era el comunismo.

Los niños fueron invitados a ofrecerse ellos mismos por ésta intención, su respuesta fue un “sí” con una potencia indescriptible: es temerario hacer una hipótesis (claro en una lógica de fe), que para hacer romperse el muro de Berlín, el 10 de noviembre del mismo año haya sido necesario el empujoncito de los niños de Armada Blanca?

Aquí están las palabras que dirigió el Padre Andrea D’Ascanio, fundador de la Armada Blanca a Su Santidad Juan Pablo II el 27 de mayo de 1989 en la Sala Nervi:

“Santísimo Padre, le agradezco de parte de todos los niños de la Armada Blanca por haberles concedido el honor y la alegría de estar hoy aquí con Usted.
Estos niños nacieron del corazón de María, que en los últimos tiempos se ha aparecido siempre a los pequeños: La Salette, Lourdes, Baureng, Banneaux, Fátima. En Fátima María nos ha renovado a nosotros los grandes, la exhortación ya hecha por Jesús: “Dejad que los niños vengan a Mi, y no se lo impidáis, porque de los que son como éstos es el Reino de Dios». Los niños son el corazón del corazón de Dios “los Angles ven siempre en sus espíritus el rostro del Padre.”
El niño más glorioso de la antigüedad es David, el pequeño que  sólo con la fuerza de su honda se lanza contra Goliat y lo vence, Los niños de la Armada Blanca son los pequeños soldaditos de María que, con la honda del Rosario, se arrojan contra el mal para demolerlo, en la alegría de la sonrisa.
En 1917, en una explosión de Luz, tres pequeños de 7, 9, y 10 años – Jacinta, Francisco y Lucía –  ven “una Señora más luminosa (brillante) que el sol”. Es la Mujer del Apocalipsis que les hace una invitación a los niños: “¿Queréis daros a Dios, por la paz del mundo y por la conversión de los pecadores?”. Los niños responden “sí”; la Señora sonríe, abre los brazos y de Sus Manos sale un rayo de Luz que los golpea y los penetra. Lucía comentará: “Aquella Luz era Dios”.

 

Es una nueva Anunciación: la invitación de parte de lo Alto, la respuesta de las criaturas, el Espíritu de Amor que se expande sobre el mundo. Con el  “sí” de María, nace Jesús, con el “sí” de aquellos niños nace una Iglesia nueva, hecha de frescura y de amor puro, que se da sin reserva al Padre para que venga la paz al mundo.
Pero, ¿qué cosa es la Paz? La Paz es el Amor. Si le decimos “sí” al Padre, el Amor bajará al mundo, los hombres se volverán buenos, vendrá un nuevo mundo sin fronteras, un mundo en donde no habrá ya espacio para los ejércitos, para el odio, para la injusticia, para el racismo; un mundo en el que todos se amarán, todos sonreirán, todos serán expresiones de la sonrisa del Padre.
No es un cuento de hadas, sino una lección para nosotros los grandes. Con el “sí” de esos tres niños, María salvó a Portugal de la segunda guerra mundial. Les dijo: “Gracias a vosotros tres, y porque su patria en vosotros ha aceptado mi invitación, yo les prometo que la salvaré de la próxima guerra mundial”. Portugal no tomó parte en la segunda guerra mundial, gracias a tres niños.

Ahora yo pregunto a ustedes pequeños: ¿la Mamá quería ir sólo a estos tres niños o a todos los niños del mundo?
“A todos los niños del mundo!”
“¿También a ustedes?
“Sí”
Con tres niños solamente María ha salvado una Nación entera de la guerra; si encuentra  miles y miles de niños que le digan “sí”, qué cosa podrán salvar?
“Todo el mundo”


Bien niños, hoy nosotros somos miles y miles. María les hace la invitación que el Ángel le hizo a Ella y que Ella le hizo después a tres pastorcitos de Fátima: Los invitó a darse a Dios. Si respondemos “sí”, ¿a quien perteneceremos después?
“Al Padre del Cielo!”
Y el Padre del Cielo ¿qué podrá hacer con nosotros?”
“Todo lo que quiera”.
Pero Él quiere una sola cosa, la Paz. Los hombres están volviendo locos. Continúan construyendo armas y armas. Están preparando una tercera guerra mundial, pero el Papá del Cielo no está de acuerdo, por eso ha enviado a María a ustedes niños, y Ella les dice: “No tengan miedo, díganme “sí” y juntos salvaremos al mundo; díganme sí y juntos haremos  estallar la primera paz mundial. ¿Están de acuerdo?
“Siiii”
El “sí” que están por decir es el más importante de su vida. Hoy nosotros haremos descender sobre la humanidad un mar de luz y cuando hayamos dicho nuestro “sí” seremos los pequeños soldaditos de María, que irán en el mundo con la honda del Rosario, con el arma de María, así la llamaba el Padre Pío de Pietrelcina, la única “arma” que no mata a los hombres pero mata el mal. Renovemos el “sí” que dijimos en el bautismo, pero entonces nuestro padrino lo dijo por nosotros, ahora lo diremos nosotros libremente.

Yo repetiré las palabras de María, cuando termine, diremos nuestro “sí” pero les pido que lo hagan salir del corazón: debe ser un “sí” que deshaga el cielo y que haga llover sobre la tierra el amor que transformará a los hombres, un amor del cual necesitamos extremadamente.
Hermanitos míos, se los pregunto en nombre de la Mamá que necesita nuestra ayuda: ¿queremos darnos al Padre del Cielo, listos para aceptar todo lo que quiera enviarles, para que venga la paz al mundo, para que los malos se vuelvan buenos, por el Papa, por el triunfo del Inmaculado Corazón de María?
“Siiiii”

 

Su Santidad Juan Pablo II, el 27 de mayo 1989 ha dirigido estas palabras a 10,000 niños de la Armada Blanca presentes en Sala Nervi, Vaticano:


Queridísimos niños:

Estoy muy contento de ver que son tantos y tan alegres y a todos os saludo con gran cariño. Pertenecéis a aquella asociación especial de oración y de apostolado que se llama Armada Blanca, porque está consagrada a María Santísima. Habéis venido de tantas ciudades de Italia y os acompañan algunos Obispos, a los cuales doy mi fraternal saludo, agradecido con ellos, como con todos vosotros. Mi saludo va también para todos los que han organizado este encuentro, para vuestros familiares y vuestros animadores.

Agradezco sobre todo al Señor porque os ha donado una fe tan grande y simple, pero convencida y profunda. También a vosotros Jesùs dijo: «Dejad que los niños vengan a Mi, y no se lo impidáis, porque de los que son como éstos es el Reino de Dios» (Lc 18,16).

Conocéis los empeños de vuestra asociación: consagrarse a Dios Padre y a María, empeñàndose en la oración del Rosario, con la intención particular de reparar y orar por la conversión de muchos al mensaje cristiano.

Os exhorto a ser fieles en tal tarea, uniendo a la oración el testimonio de la bondad. El mundo necesita vuestra inocencia para volver a encontrar el camino de Cristo y para salir de muchas situaciones de pobreza moral.

Queridísimos, proclamad el valor de la bondad, sobre todo con la fuerza de la generosidad y de la gracia, con una amistad grande y generosa hacia Jesucristo. De tal mensaje el hombre siente hoy una inmensa necesidad, quizás hasta una gran nostalgia, un impelente deseo. Por lo tanto, sed fieles a vuestro empeño de oración y a la devoción a María Santísima. Vosotros sabéis bien que el mensaje y la invitación de la Virgen a los niños de Fátima es substancialmente sólo esto: «Orad, orad mucho y haced sacrificios por los pecadores».

Hoy, yo también quisiera dejaros un recuerdo de esta visita, y lo hago con una recomendación: Sed fieles al encuentro con Jesús Eucarístico participando con alegría en la Mesa festiva del altar dominical, Jesús os convoca para el día de fiesta, os quiere cerca en su sacrificio; quiere estar en comunión con vosotros. Aprended de Jesús a amar al prójimo, a ser generosos con todos, a buscar momentos de solidaridad con quien sufre, con quien os necesita.

Ayudad a la Iglesia en su misión de Maestra de la Verdad, de Madre de gracia. Ayudadla también vosotros a difundir la fe. Esto es posible con el estudio del Catecismo, con el conocimiento de sus palabras, con vuestra afectuosa correspondencia a las invitaciones de los Obispos y de los sacerdotes que os guían. Sed verdaderos apóstoles de Jesús para vuestros amigos y para ellos repetid a menudo la oración que se les enseñó a los niños de Fátima: «¡Dios mío, yo creo, adoro, espero y te amo! Te pido perdón, por aquellos que no creen, , no adoran, no esperan y no te aman!»

¡Que la Virgen María os proteja, os asista, os vuelva perseverantes en el propósito comprometedor de la oración del Rosario. Que os ayude mi bendición, que ahora os imparto con afecto, y que de buena gana extiendo a vuestros familiares y a vuestros educadores!

La Vergine Maria vi protegga, vi assista, vi renda perseveranti nel proposito impegnativo della recita del Rosario. Vi sia di aiuto la mia Benedizione, che ora con affetto vi imparto, e che volentieri estendo ai vostri familiari ed ai vostri educatori!

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