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En 1980 me encontraba en el convento de los Capuchinos en Lugano, en Suiza. En una esquina del huerto había el antiguo cementerio de los frailes, en el cual estaban sepultados ocho religiosos. Estaba en un estado de total abandono, quizás porque aquel lugar lo habían destinado a parqueaderos y se había decidido de exhumar los restos de los difuntos y transportarlos al cementerio de otro convento.
Aún sabiendo esto, me levantaba cada mañana a las cuatro y trabajaba en el pequeño cementerio para restituirles su dignidad: "Servirá para ayudar a estos cofrates a regresarlos al seno del Padre", le respondía a quien evidenciaba la inutilidad de tanta fatiga.
Después de cuatro meses, a trabajo casi terminado, salió de un arbusto un nido de grandes hormigas voladoras que me asaltaron en manea salvaje, transformando mi rostro en una máscara grotesca. Por varios días estuve obligado a estar en cama con una fiebre altísima. "Todo tiene un precio", comentó el santo capuchino P. Mathieu, que había llegado de Francia.
Pagado el precio, retomé el trabajo. En los últimos golpes del rastrillo salió de la tierra un óvalo de metal (cm 6,30x5) conteniendo un vidrio con la imagen (cm 4,30x3) de Jesús que, después de la muerte, regresa al Padre.
Aquel descubrimiento me pareció un hecho extraordinario, del momento que la última sepultura remontaba a 50 años antes y la imagen estuvo protegida posteriormente solo de un cartoncito.
Consignado algunos años después a un restaurador, se me dijo que no se trataba de una estampa de papel, como siempre creí, pero se trataba de una miniatura de vidrio, pintada por atrás con puntitos diminutos, cn una técnica que ahora ya está desaparecida.
Aquel medallón, que mis cofrates difuntos me habían donado quizás a cambio de mi acto de amor, señal para mí de un nuevo camino de Espíritu totalmente orientado hacia el Padre que, en el Hijo, quiere acoger con Su ternura a todos los hombres.
El reino del Padre sobre la Tierra se realizará cuando cada hombre, hijo en el Hijo, comprenderá el Amor del Padre y se refugiará tras Sus brazos Misericordiosos. |